#25 la bestia
Clarice Lispector: “A veces, solo por bromear, miento. No soy nada de lo que piensan”.
I.
Giro la cabecita y alcanzo a ver sus pies. Hago cualquier cosa para acallar a la bestia. Bailo, aprieto los dientes, falsifico mi naturaleza pensando que un espacio limpio y ordenado es todo lo que necesito, me pienso un feto, me pienso un bebé de dimensiones ridículas, me creo un alfajor de maicena adentro de una mochila en un trayecto de colectivo (frágil, pequeña, necesaria, de un dulce extravagante). Hago cualquier cosa para levantar a la bestia. Bebo lo que no debería beber, digo lo que no debería decir, miro como no debería mirar. Te beso sin boca, con intenciones deformes, la mano resabiada. Me cuelo como un espejo entre tus entrañas. Me llamas y no dices nada, me hablas y no dices nada, te callas y sirve el río sus verdades. Hago cualquier cosa para satisfacer a la bestia. Olvido que el deseo es una cavidad, escupo mi memoria, salgo a buscar el humo que sale por tu nariz. Arranco de otros músculos los movimientos, los precisos, los atávicos. Arranco de mi materia gris la acción, el verbo hecho carne. Nos volvemos sal, somos solo sal, la sal de la tierra.
Me tumbo en la cama y no espero nada.
Abro los ojos y la bestia ya se ha ido.
II.
De mis notas del móvil:
[11:22, 28/05/2023] Nicpret: Observo con quirúrgica precisión mis dos ojos, mis dos orejas, mis dos mejillas, mis dos manos, mis dos piernas: esta dualidad con la que nací para hacer lo que me da la gana. Hace mucho que dejé de identificarme con una cabeza pensante resonante microondas, ahora sé que soy un cuerpo entero, un esqueleto mojado, muchos tubos viscosos, líquidos de diversos colores; y me interesa tener el cableado contento.
[23:01, 02/08/2023] Nicpret: Nos dijeron que el placer nos convertía en bestias y que seguir ciertas pulsiones nos degeneraba. Como si el placer no tuviera nada que ver con el cuerpo, la creación o la vida. Como si la rectitud en sí no fuera un vicio que implica la muerte de lo que podrías ser si hicieras un camping por los márgenes. Poco aprende el que no se divierte y disfruta. El placer refina la experiencia vital. Por placer aprendes a cocinar más rico, te perfumas, te esfuerzas en el cortejo o te ríes como un niño al que todavía no le han dicho que abrir mucho la boca es de mala educación. Por placer hacemos de lo inútil un arte y un motivo para seguir adelante, dejando fuera de la ecuación al capitalismo. Aristóteles aseveró que el ser humano, en soledad, es una bestia o un dios. Que alguien me diga pues, por qué comportarme como una bestia me hace sentir como dios.
[10:23, 25/11/2023] Nicpret: Me preocupa el estado de mi bestia.
[20:10, 12/06/2024] Nicpret: Rolan dice que si me apetece leer me deja el libro que se estaba leyendo, aunque me advierte que no le ha gustado y que en la página 80 dijo “hasta aquí”. Le pregunto cuál es. El libro se llama “Lo que aprendí de las bestias” de Albertina Carri, me dice. Le digo que sí, que me lo preste y le cuento que chusmeando en una feria por Plaza Italia me topé con este otro libro:
(Lo que aprendí de la bestia es que no puede morir.)
III.
Llevaba un tiempo sin pensar en la bestia hasta que León Benavente soltó: “Hoy no voy a hacer nada / Me niego a sentirme culpable por no darle a la bestia lo que quiere / Su alimento cotidiano” y recordé la primera (I) parte de este texto, escrito varios meses atrás. Otras formas de referirse al animal oscuro se pueden encontrar en Guille Asesino (C. Tangana): “Te gustaba verme enloquecer / Ya no quieres que le mire mal / Quieres encerrar al animal / Creo que ya es tarde / No puedo curarme (…) / Mami quería una bestia, mami me tiene a mí” y La bestia (Delaporte): “Soy todo lo que fui ayer / Y esa es mi bestia / Ya no tengo que esconder (…) Nació otro nuevo ser / Nada podrá con él / La vida late aún más grande cuando desperté”.
Es difícil mantener el equilibrio con la bestia porque, en medio de una vida civil y doméstica, sigue siendo una vía rápida hacia la fascinación, la aventura y el placer. Con la bestia uno se siente derrapar con impunidad por encima del tedio vital, pero esa velocidad está llena de riesgos: la sensación de precipicio, la desmemoria, la falta de control. El método se resbala. Te secuestra la pasión y la pasión es actuar actuar actuar, ser uno con tus sentimientos. Un cóctel liberador y sedicioso que más de una vez nos ha obligado a pedir perdón después.
De ahí que haya días de asilo donde ni Eros ni Thánatos pueden encontrarte. Días de ayuno y duermevela dedicados a guardar cada pieza del juego en su sitio, concebir armonía y sosiego, desear el abandono, abstenerse del yo. Noches de replantear la estrategia sabiendo que una parte de ti volverá a atacar.
Porque “a veces, si mi bestia se ha dormido, planeo una manera de escaparme”, decía Antonio Pradena.
Aquí un extracto de su poema “8 de junio”:
Me fui fuera de ti
para poder volver un día
curado de la bestia que me ocupa.
Pero la bestia se ha hecho grande,
tan grande como puede hacerse un hombre,
y vamos los dos juntos de la mano
camino de la muerte:
¡si me vieras!
…
A veces, si mi bestia se ha dormido,
planeo una manera de escaparme:
me visto un traje nuevo, me anudo una corbata,
mas, vueltos al espejo mis dos ojos,
descubro que me mira un hombre muerto.
…
Me alumbran y devoran la garganta
estrellas tan brillantes que son negras.